Sin duda el autoestima es un término que se ha convertido en un cliché al cual suelen atribuirle la responsabilidad de un sin número de problemas que enfrenta el individuo. Este término se ha llegado a utilizar desmesuradamente en todos los ámbitos (instituciones educativas, ámbitos laborales, sociales y familiares etc.) sin embargo, se ha vuelto una mera repetición, sin el adecuado entendimiento de su importancia en el equilibrio emocional y salud mental de ser humano.
En efecto, la falta de autoestima suele estar relacionada problemas de estrés, trastornos de ansiedad, depresión, alteraciones psicosomáticas entre otros. Así mismo la falta de amor propio afecta el desarrollo psicosocial y las relaciones interpersonales. El problema principal es que en lugar de invertir nuestro tiempo y esfuerzo en la construcción de una sana autoestima desde la primera infancia, estamos reaccionando a problemas más complejos que se originaron debido a la falta de amor propio y aceptación que pudo ser producto de una infancia conflictiva y falta de formación en el aspecto emocional. El primer contacto social del ser humano es su familia; por tanto, es la familia la primera formadora de autoestima. El auto estima suele reforzarse o distorsionarse desde los primeros meses de vida y algunos proponen que desde el crecimiento en el vientre de la madre. Es por eso que se vuelve sumamente complejo reconstruir una identidad que ha sido fragmentada desde la infancia y reestructurar pensamientos distorsionados que se adoptaron a muy temprana edad. No obstante, la plasticidad del cerebro nos permite reaprender y configurar nuevas imágenes e ideas para ampliar nuestra visión respecto a nosotros mismos y al mundo.
Coincido con los cuatro esquemas que propone Walter Riso, (2012); auto concepto, (Lo que pensamos de nosotros mismos) autoimagen, (cuanto nos agradamos) auto reforzamiento (nuestra capacidad para premiarnos, cuidarnos y gratificarnos) y auto eficacia (la confianza que tenemos en nosotros mismos), ya que estos cuatro aspectos constituyen los cimientos para construir una autoestima sana. Como bien lo sugiere Riso, si estos cimientos no están sólidos, los resultados pueden ser negativos y a veces desastrosos.
Desde el punto de vista psicosocial, podemos decir que la sociedad nos reprende si mostramos afecto por nosotros mismos lo cual se vuelve una creencia distorsionada que nos hace sentir egoístas y hasta culpables cuando somos amables y nos auto compensamos por algo. No debemos confundir la autoestima con el egoísmo, pues una persona que se ama a sí misma será capaz de compartir ese amor con los demás, sin embargo, una persona sumamente egoísta, refleja una baja autoestima y debido a su falta de amor propio, no puede dar amor a los demás. No podemos dar aquello que no tenemos.
Con base en lo anterior, concluyo que la mejor manera de atacar este problema es por medio de la psicoeducación, especialmente a nivel familiar ya que los padres son los primeros formadores; sin embargo, la formación de autoestima es un proceso dinámico por lo que puede reestructurase siempre y cuando el individuo busque ayuda y muestre un alto compromiso consigo mismo en efectuar cambios positivos y reaprender nuevas alternativas de interactuar consigo mismo; lo cual le permitirá construir relaciones más sanas a nivel interpersonal.
“El único amor consecuente, fiel, comprensivo, que todo lo perdona, que nunca nos defrauda, y que nos acompaña hasta la muerte, es el amor propio” Oscar Wilde
Andrea Owen
Psicóloga Clínica
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